Encuentro: Carlos Mérida vs. Mathias Goeritz
diciembre 2023 - enero 2024
Picci Fine Arts, Ciudad de México
“La pintura hay que fundirla en el cuerpo arquitectónico y no tomarla como mera ornamentación”
-Carlos Mérida
“Para crear dentro de una verdadera armonía, no hay que imponerse, sino someterse”
-Mathias Goeritz








Picci Fine Arts se complace en presentar en reunión muestras de la producción de dos de los artistas más importantes para el desarrollo estético mexicano durante el siglo veinte. Carlos Mérida y Mathias Goeritz fueron ambos capitales y precursores de las principales preocupaciones y discusiones de la modernidad en su derrotero nacional. Estás se pueden encausar en los debates alrededor del tema de la integración plástica —la concepción integral de arquitectura y las artes plásticas en la cuál Mérida tuvo un papel más que destacado, mediante las aportaciones conceptuales y técnicas que desarrolló— y el ideal del arte nuevo, que en palabras de Goeritz se hallaba en la unión entre “naturaleza y abstracción, materia y espíritu, razón y sentimiento […] la abstracción natural, la síntesis”. Detrás de ambas nociones se encuentra, entusiasta, la idea que para el ser humano, el arte y la vida no debían resultar contradictorios.
Carlos Mérida colaboró estrechamente con los muralistas, compartiendo sus principales inquietudes, como la de producir obras eminentemente nacionales, que reflejaran los valores autóctonos tanto en su forma como en su espíritu. Apenas al llegar a México asistió a Diego Rivera en la producción de la primera gran obra del muralismo mexicano: La creación en el Anfiteatro Simón Bolívar (1922). No obstante, su no-militancia política, el no haber participado en la Revolución y su condición de extranjero lo llevaron a formar parte en los años cuarenta de las vanguardias que se enfrentaban con la “ruta única” (No hay más ruta que la nuestra, Siqueiros) propuesta por la plástica revolucionaria, rehuyendo de todo compromiso político y de arte oficial. Su obra se caracterizó desde los años cuarenta por la búsqueda de la abstracción geométrica, basada implícitamente en la producción plástica maya, la intensidad del colorido plano y bien delimitado, influido por su acercamiento a lo autóctono, diseños estáticos derivados de su aprendizaje europeo, una muy personal elegancia y un buen gusto en la expresión donde la figura humana es primordial.
La vida y obra de Mathias Goeritz, por su parte, es vasta y multiforme, y estuvo marcada por una constante actividad docente y un sentido de horizontalidad y convocatoria, que lo llevó al trabajo de gran formato y autoría colectiva —como es el Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria, o la participación compartida de grandes figuras artísticas en su museo, El Eco —entre ellas Carlos Mérida—. Tuvo multitud de influencias, estando en su comienzo el expresionismo alemán para lo pictórico, el Dadaísmo presente en el carácter teatral de todos sus eventos públicos, la Bauhaus para lo arquitectónico; todo deviniendo en un pensamiento de vanguardia y ruptura con el pasado —así, su “arquitectura emocional”, concepto que desarrolló en oposición al funcionalismo imperante—.
La incipiente modernidad y sentido de vanguardia de ambos artistas puede presentarse de forma afortunada, uno al lado del otro, haciendo un hincapié en lo siguiente: Mérida participó con Manuel Gamio en los temprano trabajos arqueológicos de Teotihuacán, en donde reafirmó que la cultura prehispánica no es sólo de interés antropológico, sino también artístico; un sentido de verdad y expresión de universalidad atendió a Mathias Goeritz, en los años cuarenta, cuando conoció las pinturas rupestres de Altamira, develando en sus formas “una síntesis que es el ideal del arte nuevo”.
Juan Pablo Aguilar