París-Tenochtitlán, Daniel Hourdé en México

julio - octubre 2022

Picci Fine Arts, Instituto Matías Romero, Embajada de Francia en México

Al anunciar esta exposición, el artista Daniel Hourdé dijo: “Hay una correlación evidente entre mi trabajo y la cultura mexicana. Compartimos la misma obsesión por la muerte.” y precisó que se refería tanto a las iglesias como al arte popular de las Catrinas y del papel picado. Se trata de una obra marcada por la ambigüedad voluntaria, numerosas paradojas, una representación del deseo y del duelo impregnada profundamente tanto por el cristianismo como por la lucidez profana, todo eso dominado por una impresión de incertidumbre y de desequilibrio.

En su obra se hacen presentes rasgos del manierismo; la deformación, el juego y el doble sentido son, en el fondo, las afirmaciones de una nueva libertad del artista que expresa sus propias sensaciones y deja de obedecer a las consignas eclesiásticas o de la monarquía, como venía sucediendo en el Renacimiento.

Al entrar a la exposición hay una barca en bronce, constituida por elementos animales y vegetales que guiará la muestra por un recorrido iniciático que se puede asemejar a un ritual, con una clara narrativa de la muerte y sus avatares. Reciben unos personajes con músculos hiperbólicos; si no se les ve la cara es porque representan la humanidad entera. Son como cualquier persona, oscilan entre la vida y la muerte. Los pequeños bronces, en cambio, presentan personajes de las saturnales antiguas o de los festejos carnavalescos. En La pasión de Cristo se afirma la dimensión espiritual a través de los tormentos de Jesús, con sus movimientos convulsivos y sus contorsiones exacerbadas. La tensión se manifiesta en sus miembros cuya carne casi desapareció para dejar sólo venas y músculos.

El dibujo tiene mucho aplomo, seguridad, intensidad gráfica, nos conmueve por el dolor que expresa y también por unos gestos casi extáticos que nos recuerdan a los cuadros de los mártires cristianos. La figura de la caída, tan importante en el cristianismo y central en la obra de Hourdé, es también muy dinámica y acorde con los temas de la incertidumbre y de la muerte, con la sensación de que Cristo y la humanidad a través de él están “en vilo”, como suspendidos en su destino.

En La renunciación o Renuncia vemos a un Cristo que parece ofrecer su corona a quien la quiera, como si estuviera cansado de la ingratitud humana. Es una de las figuras del abandono. Y, en la parte final, la muerte tira el mantel sobre una mesa inexistente. Se tira la toalla. Como en el espejo con los dos esqueletos, hay un tono metafísico contrapuesto con un aspecto lúdico: Narciso que se ahoga en su reflejo y los esqueletos al servicio de la belleza.

Hourdé trata también el concepto de la vanidad, que pertenece a otra escuela de la pintura, un siglo después del manierismo, marcado claramente con la frase del Libro del Eclesiastés: Todo es vanidad y un correr tras el viento, que presenta como vanos todos los placeres humanos, ya que son frívolos y la muerte inexorable.

Más vale pensar en Dios y prepararse. La corona es uno más de los elementos constitutivos de su imaginario. Se inscribe en la misma problemática de la creación y la destrucción. Es el simbolo del poder terrenal. En esta oposición entre el resplandor y la decadencia, la gloria y la consunción, aparece una gran paradoja del arte religioso o moral: si todo es vanidad, la cualidad estética es también fútil y debe rechazarse; pero es útil para hacer pasar el mensaje, ya que el espectador debe ver la obra para meditar.

Dominique Legrand

Ciudad de México, 2022

Fotos: Eugenio Morales ©